Despertó una mañana. Triste, decepcionado de sí mismo, sin ganas de ni siquiera levantarse. Sí, había caído nuevamente. Ese aguijón que le punzaba, su alcoholismo se burlaba nuevamente de él. Otra vez le había atrapado.
Así me llamó esa mañana, enojado consigo mismo. Estaba en su punto de quiebre. Lo que decidiera esa mañana iba a ser definitivo para su éxito o…
Entre lágrimas, no pudo decirme más que lo miserable que se sentía, el desperdicio que estaba haciendo de su vida, la decepción que sentían los suyos, lo mal que la estaba pasando.
Pero en realidad su llamada no era solo para lamentarse. Fue una llamada completa de valentía, de coraje. Había tomado una decisión: “Sí puedo”.
Me permito transmitir, con su debido permiso, esta experiencia. Probablemente a alguno le ayude, porque la vida nos presenta a todos por igual tanto tentaciones, peligros, ocasiones, etcétera. Y también momentos de decisión, de ganas de cambiar, ilusión por hacer de nuestras vidas algo hermoso, hacer de ella un regalo para los demás.
“Sí puedes”. La vida es mucho más que una recaída en un vicio o en un error. La vida es más bella que una miseria. Son más las ocasiones para superar debilidades y siempre tenemos herramientas para vencer. ¡Sí podemos! De nada sirven nuestros estériles recuerdos de las cosas que hemos hecho mal, de nuestras recaídas en los vicios. Lo único valioso es nuestra constante convicción de que la victoria es nuestra, puesta en manos de Dios y de nuestro esfuerzo.
Hoy, vuelve a decirte: “Sí puedo”. Te espera una vida llena de alegría, llena de satisfacciones y de paz.
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