Un día en el templo cayó mucho oro,
Con ruido de cascadas en las alcancías.
Pero ese día tú recogiste con emoción
los dos centavitos de la pobre viuda.
Pensar que mis pobres dones
los has estado esperando tanto tiempo.
¡Pensar que te los puedo dar… y te los puedo negar!
Pensar que no son casi nada , pero tú los necesitas.
¿Qué voy a ofrecer al niño más pobre
que ha nacido en esta tierra y que se llama Jesús?
Las sonrisas de los niños inocentes,
los centavitos de las ancianitas,
la fe de los dieguecitos,
el amor de los mártires y los santos,
la esperanza de los desesperados,
mi viejo tambor.
He sido un tamborileo que ha tocado
a la puerta de todas las iglesias,
mendigando un trozo de pan y una sonrisa.
He tiritado en las noches frías del invierno.
He caído de cansancio después de tanto caminar por el mundo.
Quería pasar de largo y dejarme morir
junto al camino polvoriento.
pero he visto luz en esa cueva
Me he acercado ardiendo de fiebre y curiosidad.
Un niño acostado en un pesebre.
Un Dios pequeñito, como capullo de un rosal.
Aquí termina mi peregrinar.
Aquí me quedo, aquí me arrodillo.
Aquí me muero de pura felicidad.
¡Feliz Navidad a cada uno de Uds.!
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1 comentario
Gracias, por tomarse el tiempo de escribir lo q el Espíritu Santo le inspira y q tantos nesesitamos, q Dios le VENDIGA.